Mientras deshace una a una sus cuatro maletas y dos baúles tamaño familiar, Florita se acuerda de las vacaciones que ha pasado con su amiga Pepi recorriendo en roulotte toda la Costa de la Luz. Nada más llegar, se alojaron en un camping en Conil de la Frontera y ante el estupor del resto de campistas, decoraron la roulotte con una lámpara de cristal de Bohemia, vajilla china, cortinas de seda estampada y jarrones de orquídeas. Uno de sus vecinos campistas, Raúl, vestido con camiseta blanca de tirantes (dejando entrever una pechera poblada) y chanclas de piscina, trató, ante el horror de Florita, de irrumpir en la roulotte para poner sus huellas dactilares (previamente embadurnadas en chorizo a la brasa) sobre un cuadro colgado en la pared, que representaba la Primavera y las fiestas campestres.
Después de semejante susto, las dos amigas decidieron que tenían hambre y fueron a un restaurante típico de Jerez de la Frontera, donde pidieron el plato más famoso de la casa: Pollo al Jerez. Les supo riquísimo, sobre todo cuando se dieron cuenta de que ninguna de las dos llevaba dinero y tuvieron que salir corriendo (muy dignas eso sí) haciendo un "sinpa" mientras el dueño las perseguía gritando, espumadera en mano.
Después de eso, acudieron a un espectáculo de caballos jerezanos. Tanto les gustó, que Pepi, animada por uno de los entrenadores de caballos, se subió a lomos de un equino marrón que empezó a bailar al son de la música. "Un dos tres, un dos tres" le marcaba el paso su dueño. El ritmo de la música fue aumentando poco a poco y el caballo empezó a agitarse y a relinchar tratando de seguirlo.
Pepi, lívida por el susto y haciendo equilibrios para no caerse, se agarró con fuerza a las crines, lo que provocó que el animal, tras un relincho de dolor por tan grosero tirón, echase a galopar por toda la carpa provocando el caos entre los espectadores. Hubo gritos, carreras, empujones, destrozo de mobiliario y dos heridos leves (el caballo y la amazona) a los que hubo que suministrarles cuatro tilas bien cargadas para que se calmaran un poco. Ya de vuelta en el camping, para relajarse después de un día tan movidito, Pepi y Florita se pusieron de punta en blanco y brindaron con tinto de verano (en copas de champán y mezclado en coctelera de plata, eso sí) por las estupendas vacaciones que les esperaban. Incluso invitaron a Raúl, a su mujer y a sus ocho hijos. Y, cuando por fin cayeron rendidas, bajo el cielo estrellado, lo único que se escuchaba en todo el camping (aparte de los ronquidos de Raúl y su extensa prole) era a Pepi contando en sueños "¡Un dos tres! ¡Un dos tres!"
INGREDIENTES
(para cuatro personas)
- Un pollo entero troceado
- Cinco o seis cucharadas soperas de mayonesa
- Dos dientes de ajo
- Un chorrito de jerez
- Aceite de oliva
- Sal y pimienta
- Cuatro patatas medianas
- Una cebolla
PREPARACIÓN
Primero preparamos las patatas pelotonas. Pelamos y cortamos en rodajas lavamos y secamos bien para quitar el exceso de almidón. Pelamos y troceamos la cebolla. Ponemos en una sartén abundante aceite caliente y freímos hasta que se empiecen a dorar. Escurrimos el aceite en un plato con papel de cocina y añadimos sal y pimienta.
Limpiamos bien el pollo. En una cazuela cubrimos el fondo de aceite de oliva y freímos los dos dientes de ajo picados (sin que se quemen). Añadimos el pollo troceado y cocinamos hasta que quede muy tierno y dorado. Salpimentamos, regamos con un generoso chorro de jerez y una vez que evapore, sacamos a una fuente de barro, añadimos la mayonesa y mezclamos.
Servimos acompañado de las patatas pelotonas y a disfrutar. ¡Ea!
Por favor Florita, queremos más recetas!
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